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Crítica

Crítica CALLBACK

Crítica Callback

En las primeras imágenes de Callback, su protagonista repasa obsesivamente unas sencillas líneas de texto de un anuncio mientras desayuna, mientras conduce, en la sala de espera. Una letanía de falsa alegría para promover a la compra, como la eufórica homilía que el sacerdote propaga a sus fieles para pedir dinero en la iglesia evangelista que visita semanalmente.

En su cuarto largometraje el cineasta Carles Torras afina el discurso de su anterior título, Open 24h (2011), con la inestimable ayuda del actor y coguionista Martin Bacigalupo para recordarnos la aventura urbanita y nihilista de Travis Bickle en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976). Hasta en el nombre del aspirante a actor, Larry De Cecco, hay una irónica referencia en el guión a su actor principal, que da la pauta del personaje.

Crítica

El hermoso hallazgo que nos propone Torras en la modestísima pero certera Callback es que ya no hace falta una guerra como la de Vietnam para enajenar al individuo. Las nuevas tecnologías, el afán desmesurado y absurdo por el éxito, el círculo vicioso del consumo superficial… el capitalismo exarcebado, en fin, ha construido una burbuja inhóspita donde nos devoramos con una sonrisa y vacías fórmulas de buenos modales sin solución de respuesta, sin esperar ese callback, divino o humano, que nos de esperanza.

De Cecco esconde en su falsa personalidad una de las grandes paradojas a las que nos enfrentamos en este siglo: la de que para sobrevivir en este bienestar social que hemos creado pagando altísimos impuestos, hay que destruir a quiénes son como nosotros.

Tráiler

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