Desplegándose a través de los extensos paisajes de una polvorienta Montana en 1920, El poder del perro atrae inquietantemente tras ese perfil de western oscuro que subvierte las expectativas.
La directora Jane Campion, que regresa al cine después de una pausa de doce años, utiliza la realización cinematográfica paciente y poética en una película a cámara lenta que cobra impulso hasta su inesperada conclusión.
El poder del perro está llena de texto y subtextos, y es profundamente compleja en sus temas. La masculinidad tóxica, la represión, la dinámica de poder, los roles de género y la sexualidad son solo algunos de los asuntos explorados que tan propios le son a la compañía matriz que la propone, Netflix. Sin embargo El poder del perro indudablemente desafiará a las audiencias, pero nunca amenaza con alienarlas, dando esquinazo a la pretensión de su compañía productora.
Su resultado se debe en gran parte a su elenco, ninguno de los cuales puede ser criticado. Benedict Cumberbatch encarna magistralmente a un ranchero cruel y de rostro duro lleno de secretos que se enfrenta a la nueva esposa de su hermano y su hijo.
Esos objetos de su descontento están interpretados respectivamente por Kirsten Dunst y Kodi Smit-McPhee de modo igualmente excelente. La nueva esposa es a la vez la más feliz que ha sido en mucho tiempo, ha vuelto a encontrar el amor después del duelo, pero también se siente miserable por el comportamiento de su cuñado. Cada vez que éste la socava, su dolor emana a través de la pantalla y cualquiera que haya sido tratado de manera similar sin duda se sentirá transportado a ese momento.
Smit-McPhee resulta revelador en su personaje. Visto como una rareza y burlado tanto por su nuevo tío como por los otros ganaderos, esconde detrás de su fachada afeminada y modesta un joven de una afilada y alambicada inteligencia.
Así como El poder del perro impresiona por sus interpretaciones, tiene la capacidad de impresionar aún más con su cinematografía visualmente deslumbrante y su excepcional partitura. Filmada en locaciones en Nueva Zelanda, la película ha sido rodada maravillosamente por el director de fotografía. Ari Wegner. Enmarcadas a la perfección, hay decenas de planos impresionantes, ya sean de las amplias montañas o detalles de la aspereza de la mano de un personaje.
La banda sonora a cargo de Jonny Greenwood ayuda a unir todo. Inquietante, oscura y premonitoria, es otro elemento más de la película que subvierte las expectativas: donde el público podría esperar un trabajo de cuerdas arrollador, en su lugar obtienen metales atonales que alientan la tensión y belleza de las imágenes.
El poder del perro es una película que permanecerá en la memoria de los espectadores dará para algún depate posterior. Y supone el regreso de una cineasta de gran categoría que nunca debió estar tanto tiempo alejada de la gran pantalla.