La recreación de la realidad que pretende el cine requiere de una atención a los detalles que convierte este arte en una disciplina extraordinariamente compleja y cara. En palabras del director Guillermo del Toro, una película es «un proyecto con una irresistible tendencia en el tiempo a no suceder». Un grupo de personas empujando para que algo suceda mientras miles de circunstancias empujan en sentido contrario.
Esta atención a los detalles que requiere el cine para que resulte eficaz tiene que estar en todas sus facetas: desde la congruencia meticulosa del guión hasta la recreación minuciosa del atrezzo, vestuario y decorados. Y por supuesto, en la interpretación de los actores.
Más allá de la creencia popular o la facilidad que tenemos para recordar grandes gesticulaciones o aparatosos movimientos físicos, la recreación de un personaje por parte de un actor requiere también de una atención extrema a los mínimos detalles para que puedan transmitit veracidad. El secreto de la interpretación, tan difícil de conseguir, es no actuar sino ser el personaje, tal y cómo explicó Robert De Niro en una clase magistral en Actor’s Studio.
Y ser otra persona para la pantalla grande, donde un simple gesto a partir de un plano de tamaño medio se amplifica por mil, implica una investigación y acercamiento a la forma de pensar y moverse de un personaje que a veces resulta invisible para el espectador. Aunque sea precisamente esta invisibilidad una de las claves para que ese recurso funcione y dé sus frutos.
Por eso es muy revelador este vídeo que recoge el modo de caminar que ha utilizado el actor Joaquin Phoenix en la caracterización de distintos personajes a lo largo de su carrera. Una recopilación que demuestra su excelencia interpretativa y la profundidad con la que encara su trabajo para que adquiera veracidad.