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Rompenieves (Snowpiercer)

Superproducción al más puro estilo hollywoodiense con toques de cine de autor y un impactante despligue visual.

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Que el hombre es un lobo para el hombre ya lo dijo Plauto hace más de dos mil años. Está claro que si la humanidad ha de desaparecer, nosotros haremos todo el trabajo sucio. Este es el punto de arranque de Rompenieves (Snowpiercer). Basada en la novela gráfica The Transperceineige (Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette), es la película más cara del cine surcoreano y la primera rodada en inglés por el realizador Bong Joon-Ho, quien nos sorprendió en 2006 con The Host.

Rompenieves (Snowpiercer) nos sitúa en un futuro post-apocalíptico cercano, en el que la nieve y el hielo cubren la tierra. Tras la glaciación provocada por el hombre, los supervivientes son condenados a vivir en un tren que da vueltas alrededor de la Tierra. Diecisiete años después, el status quo entre las dos clases sociales que conviven en el tren (los privilegiados que disfrutan de todo tipo de lujos y los oprimidos que malviven pasando penurias) está a punto de saltar por los aires. Un grupo de oprimidos se alzará contra el poder preestablecido con Curtir (Chris Evans) a la cabeza. Vagón a vagón, la revolución avanzarán hasta el mismo corazón del demiurgo, y descubrirán los entresijos del tenso y frágil equilibrio que les mantiene con vida.

Rompenieves (Snowpiercer) podría ser una película más de ciencia ficción, con grandes dosis de acción y toques de existencialismo, pero Bong Joon-Ho consigue llevarla a otro nivel. En lugar de quedarse en una cinta cercana a Matrix (Hermanos Wachowski), por aquello de que el elegido guía a la humanidad hacia la salvación, la lucha por la supervivencia en situaciones extremas acerca Rompenieves (Snowpiercer) a las propuestas de escritor Cormac McCarthy en The Road.

La linealidad narrativa de Rompenieves (Snowpiercer) dota a la cinta de agilidad. Es todo un acierto que Bong Jooh-Ho huya del flashback y sean los propios personajes los que, pincelada a pincelada, nos cuenten los acontecimientos que se han sucedido desde la llega al tren. La estructura del propio convoy y el avance vagón a vagón permiten que la historia fluya sin problemas.

En el apartado interpretativo, destaca la portentosa actuación de Tilda Swinton en el papel de la cruel supervisora del tren. Chris Evans aparca al Capitán América para realizar una más que correcta actuación que consigue lo más importante, que el espectador esté de su lado desde el minuto uno. En otro nivel se encuentran las apariciones de John Hurt y Ed Harris. Menos aprovechados están los actores asiáticos, sobre todo uno de los actores fetiches del director, Song Kang-Ho.

Rompenieves (Snowpiercer) peca de quedarse en la superficie, de no ahondar en los temas que expone, como si Bong Joon-Ho tuviese miedo de realizar una verdadera y valiente crítica de la sociedad de clases, la lucha de poderes y el status quo. Con más de dos horas de metraje, la falta de tiempo no es una excusa válida.

La intensidad de la película recorre un camino ascendente, de menos a más, aunque al final Bong Joon-Ho se pone paternalista y la cinta pierde fuelle. No obstante, visualmente es una película impresionante que consigue cautivar y enganchar a los espectadores desde el principio. Estamos ante una superproducción al más puro estilo hollywoodiense con toques de cine de autor. Rompenieves (Snowpiercer) cautiva y entretiene a partes iguales. El problema viene después, cuando nos damos cuenta que demasiadas preguntas quedan sin respuesta.

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