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Crítica

LA CAZA (Thomas Vinterberg, 2013)

El título coincide con la célebre cinta de Carlos Saura. Y hay puntos comunes entre ambas, como la opresión de un modelo social.

La caza (2013)

Alguna normativa ha cambiado porque ya es posible usar en España títulos para las películas ya utilizados previamente; lo que faltaba a distribuidores que titulan según las estadísticas de ventas. Esta película hubiera podido llamarse Acusación fatal, por ejemplo. Es más comercial. De buena nos hemos librado.

Pero casualmente su título original coincide con la célebre y magnífica cinta de Carlos Saura y los distribuidores han optado por la literalidad. Y no viene mal, porque hay puntos comunes entre ambas; sin ir más lejos lo delirante que puede llegar a ser cierto modelo social impuesto. En la película española, era la opresiva sociedad franquista; en la de Thomas Vinterberg, el mal llamado estado del bienestar.

Sinopsis

El excluido del paraíso en la cinta de Vinterberg es un maestro de parvulario (extraordinario Mads Mikkelsen) acusado por una de sus alumnas de perversión sexual. Por si fuera poco, es la hija de su mejor amigo y también vecino.

Dicho maestro ve con impotencia y asombro como el bulo de una niña se torna incontestable en el imaginario colectivo de sus vecinos: demasiadas referencias sobre estos delitos en la televisión, el cine y los periódicos.

El protagonista acaba siendo acusado, perseguido y rechazado sin el más mínimo raciocinio ni refutación de los hechos.

Crítica

Si hay algo donde destaca el cine del norte de Europa (Suecia, Noruega y Dinamarca) es por la densidad de sus dramas. Desde Ingmar Bergman a Lars Von Trier, los cineastas nórdicos son agudos observadores de lo humano, meticulosos portavoces del desgarro individual frente a lo socialmente establecido. Saraband (Ingmar Bergman, 2010) o las dos notables películas de Susanne Bier, Hermanos (2004) y En un mundo mejor (2010), pueden servir como recientes ejemplos.

Tras superar la apuesta formal del movimiento Dogma al que estuvo suscrito, Vinterberg entrega un excelente drama, una gran película aferrada al realismo en su impecable factura (extraordinario el sonido directo) que reaviva la figura del chivo expiatorio como elemento integrador de una comunidad, incluso más allá de su posible inocencia.

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