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Insidious chapter 3 (Leigh Wannell, 2015)

Si hay algo tan inevitable en verano como los veladores y las cañas de cerveza, son las películas de terror.

Insidious chapter 3 - crítica

Si hay algo tan inevitable en verano como los veladores y las cañas de cerveza, son las películas de terror. El verano, con su tiempo libre y con más gente en la calle, invita a las emociones fuertes, ya sea el amor, el sexo, las farras o el cine de miedo. Unos buenos sustos que nos ayuden a salir del largo invierno.

La saga Insidious promete ser uno de esos alicientes de cine de terror que tendremos en los próximos años al llegar el verano, como en otras ocasiones lo han sido las Pesadillas en Elm Street, los Sé lo que hicistéis en el último verano, los Saw… se trata de repetir un modelo que ha funcionado y que el público visita periódicamente sabedor de que le van a dar lo que busca, sin miramientos ni circunloquios.

La serie de películas Insidious nacen de la cabecita de James Wan, el último de los prodigios del cine de este género. Wan es el creador tanto de esta marca, cuya primera cinta data de 2010, como de la rompedora Saw (2014), cuya marca de fábrica coincide: conseguir el mayor efecto posible sobre el espectador con el menor número de elementos. No nos referimos al mayor efecto narrativo posible, sino al mayor efecto físico, ya sea desasosiego, miedo, inquietud, angustia y, como no, sustos.

Sin duda Wan ha firmado alguna de las mejores cintas de terror de los últimos años, entre las que hay que destacar Expediente Warren (The Conjuring, 2013) una inspiradísima película que engarzaba con sorprendente naturalidad y eficacia algunos de los temas más recurrentes del cine de terror de las últimas décadas y, lo que es más importante, con una calidad cinematográfica inusual en las últimas manifestaciones del género. A este buen resultado ayudó, sin ninguna duda, lo acertado del reparto, actores y actrices no enmarcados previamente en historias similares que aportaban un gran porcentaje de verosimilitud, y por tanto eficacia, a la historia. Hablamos nada menos que de Vera Farmiga, Patrick Wilson o Lily Taylor, entre otros.

La tremenda maquinaria del cine norteamericano no destaca por ser prudente con sus recursos y rápidamente James Wan ha sido impelido a continuar con estas sagas de éxito y a verse envuelto en retos más más grandes, como incorporarse a la dirección de Fast & Furious 7 (2015) y algún que otro anunciado futuro blockbuster, Aquaman. Por lo tanto, era inevitable que en los productos ya consagrados y lanzados, Wan delegara en algún colaborador de confianza mientras permanecía supervisando desde la producción ejecutiva.

El elegido para tal tarea ha sido Leigh Wannell, que además de australiano, es actor, coguionista y cómplice de Wan en todas sus películas, especialmente las vínculadas a Saw e Insidious, desde que allá en 2003 ambos filmaran el cortometraje que dio origen a todo lo bueno que les está sucediendo ahora.

Desgraciadamente, Wannell demuestra no tener (al menos por ahora) el mismo pulso para la dirección que su colega Wan. Aunque Insidious chapter 3 cuenta con una prometedora secuencia inicial con un tempo y capacidad de inquietar que recordaba a los mejores momentos de Expediente Warren, dichas esperanzas se esfuman tras el primer y acertado giro de guión cuando apenas han pasado 20 minutos de metraje.

Pasada esta sorpresa inicial que promete caminos menos explorados, el guión y la realización se adentra por una serie de lugares comunes que sólo conducen a prepararnos para el siguiente susto, resueltos casi siempre con un considerable castañazo de sonido y la visión horrible de algún alma perdida de esas que se queda entre el mundo de los vivos y de los muertos por algún motivo que los protagonistas tienen que averiguar para librarse de ellas.

El buen hacer de Linn Shaye como la medium que ya hemos visto en las entregas previas, el esfuerzo de Dermot Mulroney para meter un poco de chicha a su esquemático personaje y el guiño humorístico a los programas de cazafantasmas de las cadenas de televisión norteamericanas no son suficientes para levantar una película que va de más a menos de un modo alarmante, hasta lograr perder todo el interés por lo que está sucediendo en ella, incluido encontrar referencias y explicaciones a lo que ya nos habían contado sus creadores en las películas precedentes.

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