
No es la primera vez que en España una gran empresa intenta hacer industria aprovechando sus medios, conocimiento y fuerte implantación en el negocio audiovisual en varios países. El intento reciente más sólido fue el del Grupo Prisa con el conglomerado de empresas Sogecine, Sogepag, Sogecable y otras que cubrían todo el espectro de la industria, desde la producción a la exhibición en cine y televisión, incluso el marketing a través de la revista Cinemanía. Filmax también tuvo unos años de continuidad industrial con un modelo de negocio alrededor de la llamada Fantastic Factory que dejó unos cuantos títulos de buena factura.
En esta ocasión ha sido Telefónica la que se ha lanzado a cubrir ese hueco en la industria española. No podía ser otra por su tamaño, vigor e implantación internacional. Y sobre todo por su necesidad como compañía multimedia y multicanal de generar contenidos de calidad para todas las plataformas en las que está presente: móvil, Internet, televisión… Aunque es una evolución de la anterior Telefónica Producciones que ya venía operando hace unos años, Telefónica Studios nació en 2013 como proyecto consolidado para la producción cinematográfica. Aunque su conocimiento aún no es amplio por el público, empezará a sonar cada vez más, especialmente cuando se estrene Regresión, la nueva película de Alejandro Amenabar que también auspicia. Iniciativas como la de buscar nuevos proyectos de largometraje ya la han hecho más que popular entre cineastas y aspirantes.
Este preámbulo es necesario para entender la idiosincrasia de Extinction, la nueva película dirigida por Miguel Ángel Vivas que tiene entre sus trabajos la estimable Secuestrados (2010). Y ésta no es otra que el hecho de que Extinction esté concebida como un producto al estilo del cine estadounidense que nos llega cada semana a las salas. No sólo Telefónica Studios está detrás de esta cinta, las muy estimables productoras españolas Vaca Films y Ombra Films participan en su génesis junto a dos compañías extranjeras más.
En su concepción están los ingredientes necesarios para lograr su objetivo de ser un producto de consumo masivo, de éxito. Adaptación de la novela de género zombie Y pese a todo del escritor especializado en terror Juan de Dios Garduño; un director hábil y contrastado, sin señas de autoría, Miguel Ángel Vivas; una producción ejecutiva con experiencia en sacar buenos resultados de la taquilla con Borja Pena (El niño, Celda 211), Gabriel Arias-Salgado (Lope, Las aventuras de Tadeo Jones, Torrente 5: Operación Eurovegas) y Jaumet Collet-Serra, director y productor responsable de que Liam Neeson se haya convertido a su edad en una estrella del cine de acción. La guinda la completa un reparto internacional y al alza: Mathew Fox, una de las caras inolvidables de la serie Perdidos y la española Clara Lago, actriz del momento tras el éxito de Ocho apellidos vascos y su cercana secuela.
Sin embargo, a pesar de contar con los ingredientes precisos y necesarios, Extinction no termina de cuajar como pretendía.
El intento es loable, meritorio y es necesario que se repita en más ocasiones. El talento de los profesionales españoles lo merece. En Extinction el trabajo técnico es impecable con una especial mención a la dirección de arte, fotografía, música y efectos especiales. Pero hay algo fundamental que estos excelentes profesionales no han podido lograr en esta ocasión con este largometraje: una progresión en la historia, una estrategia narrativa, lo que se conoce como storytelling o la habilidad necesaria para contar una historia eficazmente.
La cultura norteamericana nada en storytelling, lo inunda todo, lo inventaron y es parte de su naturaleza. Se puede observar en la millonaria publicidad durante la Superbowl o en los pequeños paneles descriptivos si visitas un museo. La respiran. Es una sociedad liberal y en ella quién mejor cuente su producto, su curriculum, sus habilidades, logra tener un puesto en la sociedad. Su cine es el mayor ejemplo, ha conquistado el mundo porque tienen esa habilidad, saben contar historias.
En Europa o países como España esa capacidad existe en un grado mucho menor, quizá nuestra cultura milenaria la necesite menos o valore otras virtudes, por lo que somos menos hábiles a la hora de elaborar estrategias narrativas. Lo nuestro quizá sea más sentir las historias, empatizar con los personajes más que ejecutarla de modo que enganche al espectador. Quizá por eso que los excelentes profesionales que han cocinado Extinction no han dado con la clave para lograr que esta historia enganche a pesar de sus ingredientes. Por seguir con la metáfora culinaria, son cocineros con elementos, con ingredientes de un país que no le son propios y, pese a su buen hacer, el plato final no ha resultado sabroso.
Extinction empieza y acaba en la primera secuencia, la mejor de la película. Una secuencia llena de tensión dramática, terror y narrativa, casi sin diálogos y culminada con la estupenda música de Sergio Moure. Un inicio con fuerza que define el tono de la cinta, un drama familiar en un entorno extremadamente hostil. Lástima que a partir de ese momento, tanto el guión como la realización entren en un bucle sin fin acerca de la preocupación de dos adultos por el bienestar de una niña. Hasta tal punto es así que se hace fácilmente previsible el conflicto de ese drama, el rol de cada uno de ellos en el problema familiar, volviendo inocuas el resto de circunstancias que les rodean, sean zombies evolucionados o encontrar más supervivientes. Y el tema de Moure sonando en cuánto hay que reforzar el drama ya adivinado. Como en la primera secuencia.
https://www.youtube.com/watch?v=RQRW6x-rrXU&index=26
