Como ya ha sucedido con otras cintas de éxito en español, la entrañable Elsa y Fred (Marcos Carnevale, 2005) ha sido adaptada para el público norteamericano. Se trata de una práctica habitual ya que en el mercado estadounidense apenas se estrenan cintas de otros países. Y si se estrenan, sólo son vistas por un selecto público en las grandes ciudades. Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997) o [REC] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007) son dos ejemplos, dando lugar a Vanilla Sky (Cameron Crowe, 2001) y Quarantine (John Erick Dowdle, 2008) respectivamente.
Elsa & Fred (Michael Radford, 2014), como producto de consumo, que es lo que mira un productor de Hollywood antes de soltar un dólar, tiene un gran interés al tratarse de un contenido para un segmento de público cada vez más olvidado por el cine, el de los mayores, tal y como se nombra ahora a la gente de más de 60 años para ser políticamente correctos. Antes eran viejos o ancianos, luego fueron la tercera edad. En Estados Unidos, donde las ventanas de exhibición son mucho más numerosas que en Europa o América Latina, el público potencial en televisión para una película como ésta puede ser enorme.
La operación, siempre hablando de la película como producto, se completa con la participación en los roles protagonistas de dos celebridades a la vez que grandes actores: los imperecederos Shirley McLaine y Christopher Plummer. A cualquiera que los haya visto trabajar en alguna película de su extensa filmografía les puede apetecer verlos interactuar en la pantalla. El paquete se completa con un competente y adecuado director, Michael Radford, un veterano narrador que ya se ha enfrentado a trabajos de tono similar como la mundialmente conocida El cartero y Pablo Neruda (1994).
Sin embargo, el trabajo de Radford en Elsa & Fred tiene poco que ver con el que realizó para narrar aquel episodio de la vida del poeta chileno. También es cierto que aquí el material de origen no da para muchas alegrías narrativas, la original Elsa y Fred que protagonizaron Manuel Alexandre y China Zorrilla no destacaba por ser un prodigio cinematográfico, sino por ser una reivindicación de la vitalidad en la senectud tocada por el especial gracejo de dos actores característicos. Y ese rasgo de la historia es la que prima por encima de ninguna otra, intercambiando la gracia de los actores en español por el fulgor, ya en decadencia, de dos estrellas.
Elsa & Fred se ve como se toma un poleo-menta con sacarina a media tarde, sorbiendo sus escenas poco a poco, sabiendo que su sabor no es gran cosa pero que en ningún caso te va a hacer daño. Radford apenas supervisa la puesta en escena para que los personajes se encuentren donde deben en cada momento y que la acción transcurra. Ni la música, ni el montaje, ni la iluminación, el vestuario o el atrezzo tienen otra misión que la de empaquetar el sobrecito de infusión modestamente hasta que llegue a nuestra taza y se disuelva, sin molestar. Ni siquiera el principal sabor que tenía el original, esa reivindicación de la vitalidad senil, ha llegado a este producto rehecho, como suele suceder cuando se replica industrialmente un producto original.
https://youtu.be/uMVc1-d54yc