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Crítica de ‘Mi amigo el gigante’ (Steven Spielberg, 2016)

Spielberg adapta el célebre cuento de Roald Dahl con una extraordinaria animación que respeta el lenguaje y fantasía del original y recuerda en su estructura a E.T., el extraterrestre

Crítica de 'Mi amigo el gigante'

 

Una película muy alegrosa

 

Aunque se le apode El Rey Midas de Hollywood, la auténtica proeza de Steven Spielberg en su carrera como director es el equilibrio que ha conseguido alternando proyectos personales con obras multitudinarias. Ahora que ha fallecido Michael Cimino conviene recordar que tanto la ruina de alguno de sus proyectos como el pelotazo de George Lucas con Star Wars clausuraron para la gran industria a una generación de cineastas que trazaban en ese momento un interesantísimo y personal camino en el cine de los 70: Coppola, Scorsese, Bogdanovich, De Palma, Zemeckis, Altman, Ridley Scott y los ya mencionados. De todos ellos, Spielberg ha sido el único que ha conseguido rodar con estimable regularidad gracias a esa pericia alternando en sus proyectos el interés personal (Munich, Lincoln) con la taquilla (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio).

En este sentido, Mi amigo el gigante viene a ser una mezcla de ambos intereses. La adaptación del célebre cuento de Roald Dahl ha sido un proyecto largamente acariciado por el cineasta durante 25 años tras su lectura, debido a su mezcla de “realidad y fantasía, luz y oscuridad…” que es tan familiar al director de E.T. El extraterrestre. De hecho, las conexiones con este film no son casuales ya que Spielberg siempre la ha concebido de un modo similar a la de su célebre película contando en el guión de Melissa Mathison, último trabajo de la guionista a cuya memoria está dedicado el film.

 

Cartel de ‘Mi amigo el gigante’ de Steven Spielberg

 

En un periplo tan largo para la producción de Mi amigo el gigante es normal que se hayan sucedido muchas vicisitudes como la triste desaparición del actor previsto para protagonizarla, Robin Williams. Sin embargo, las más notables se refieren a su gestación bajo el sello de la compañía de Spielberg, Dreamworks Pictures. Aunque el cineasta dispone de su propio estudio de animación, Dreamworks Animation, la estética y diseño de producción de la cinta se corresponde mucho más a la línea que ha seguido The Walt Disney Company en sus filmes dirigidos por Robert Zemeckis, Polar Express (2004) y, sobre todo, el extraordinario Cuento de Navidad (2009), con el que tiene enormes coincidencias estéticas.

No se trata de un error. En 2009 los estudios Dreamworks y Disney establecieron un acuerdo para coproducir 30 películas bajo el sello de “no-animación” y más para adultos de Disney, Touchstone Pictures. Dada la especial categoría que parecía adquirir Mi amigo el gigante en la cartera de proyectos de Spielberg, esta cinta quedó fuera del acuerdo y Disney entró directamente a su producción y financiación, lo que explicaría que su diseño de producción y tecnología de animación estén directamente hermanados con las cintas de Zemeckis mencionadas. Y, sin duda, el espectador ha salido ganando con esta decisión.

Para no distorsionar la naturaleza de ese acuerdo entre los estudios se da la circunstancia de que los créditos iniciales de Mi amigo el gigante está precedido del logotipos de Amblin Entertainment, la productora de Spielberg. Lo cual explica también que en España la película no esté distribuida por Disney sino por Tripictures, compañía con los derechos de distribución de Dreamworks Studios en nuestro país.

 

Fotos de ‘Mi amigo el gigante’ con Ruby Barnhill, Mark Rylance, Rebecca Hall y Jemaine Clement

 

Crítica de ‘Mi amigo el gigante’ con guión de Melissa Mathison

Parece natural que el famoso cineasta quedase enamorado del cuento de Dahl tras su lectura ya que su estructura y emotividad entronca directamente con su famoso E.T, el extraterrestre. Dahl escribió el cuento para su nieta Sophie Dahl, modelo y escritora en la actualidad, y en él descubrimos a una niña solitaria, insomne y diferente por su afición a leer que, fruto de su afición a la fantasía, entra en contacto con ella. Algo muy similar a lo que le sucede al Elliot de E.T. con la ilusión extraterrestre tan en boga en los 80.

La creencia en la vida extraplanetaria es sustituida aquí por una fantasía de expansión personal interior relacionada con el respeto a la Naturaleza, más acorde a nuestros días, junto con las recomendaciones para los buenos hábitos en la infancia. Sophie, al igual que hizo Elliot, entra en simbiosis emocional con su Gran Amigo Gigante (el BFG del inglés del original) del mismo modo que Elliot mimetizaba con los sentimientos de su amigo alienígena. La salvedad es que aquí los antagonistas no son los adultos, impermeables a entrar en el mundo de emociones del protagonista en E.T, sino otros gigantes agresivos e irrespetuosos con el medio natural que pretenden acabar con la bonanza del gigante y su afán por insuflar buenos sueños en las mentes de los niños. Un cambio respecto a la trama de E.T. que podría leerse como una variación autoindulgente del realizador que se incorpora como adulto a favor de la fantasía, algo totalmente verificado en el cuento de Dahl donde nada menos que la Reina de Inglaterra y su ejército son determinantes para la conclusión satisfactoria de la historia.

Mi amigo el gigante encuentra sus momentos más brillantes en las secuencias donde se conjugan espacios reales con la presencia del gigante (la ciudad de Londres y sus calles, Buckingham Palace), mientras se diluye cuando entra en el mundo de la fantasía, donde la novedad de los gigantes malos y el modo de almacenamiento de sueños tienen más de alarde técnico que de recorrido narrativo. Aún así, en esos momentos la pericia de la animación es soberbia, especialmente en la encarnación del rostro del gigante interpretado magníficamente por Mark Rylance, suficiente para embelesar en los momentos más planos del guión.

Guión en cuyo mérito no podemos dejar de mencionar el esfuerzo de la desaparecida Melissa Mathison por respetar y difundir el verdadero tesoro del cuento de Dahl, su fantasía verbal. Los mas jóvenes van a disfrutar y recordar los juegos de palabras, sinónimos y onomatopeyas mezcladas en el lenguaje que utiliza el gigante, una auténtica verbena oral que abre el territorio lingüístico de la riqueza del lenguaje a los más jóvenes, algo que no es frecuente en el cine infantil que suele preferir desviarse por la simplificación del lenguaje coloquial para llegar a su público.

 

Tráiler y vídeos de ‘Mi amigo el gigante’ de Steven Spielberg

https://youtu.be/M8q5zuhmut4

https://youtu.be/Wr5vgUXrR-c

https://youtu.be/ur58QW1wkEE

https://youtu.be/g3Df1zRnuw0

https://youtu.be/uZIIjTNLxCE

https://youtu.be/Cs1gXxnPST4

https://youtu.be/-NP9Rmn42WU

https://youtu.be/Vk46MsngjrI

https://youtu.be/OnlkPWNPikw

https://youtu.be/Y_5_PMoXlJM

 

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