Quo vadis?
Ser cineasta de culto tiene tantos o más peligros que ser una estrella encasillada en un único papel. Woody Allen acude impenitente a su cita anual con la cartelera sin que los espectadores sepamos en muchas ocasiones qué nos aporta esta febril actividad a lo que ya conocemos del cineasta. A los hermanos Coen les está sucediendo algo parecido, una necesidad de facturar películas que en muchas ocasiones son díficiles de justificar.
Bien es cierto que la carrera Joel y Ethan Coen está plagada de enormes películas y que aún se despachan de vez en cuando con joyas como Valor de ley (2010), una película que perdurará entre todas las suyas, y que demuestra que en muchas ocasiones trabajar por encargo es más exigente y da mejores resultados que hacerlo por cuenta propia. Pero últimamente los trabajos de los inspirados hermanos, al igual que los de Allen, dejan un cierto sabor amargo que nos hace preguntarnos hacia dónde van.
Cartel de ‘¡Ave, César!’ de los hermanos Coen
Crítica de ‘¡Ave, César!’
¡Ave, César! toma como palanca el retrato de un directivo de una gran compañía de Hollywood (Josh Brolin) que tiene que lidiar diariamente y contrarreloj con innumerables problemas de diversa índole: desde el secuestro por una célula comunista de una de sus estrellas (George Clooney) hasta lidiar con la prensa de cotilleos (doble personaje de Tilda Swinton) pasando por el embarazo indeseado de una joven actriz (Scarlett Johansson) que puede fulminar su carrera. Este personaje es el detonante perfecto para dar un repaso a la fábrica de los sueños al estilo Coen, es decir, una crítica soterrada, hilarante y profundamente tensa que hace cuestionarnos lo que sabemos.
El problema en esta ocasión es que, aunque hay momentos brillantes, el conjunto adolece de una falta de fuelle general que ya empieza a ser muy característica de los Coen al igual de que Allen. Ninguno de estos cineastas se ha caracterizado nunca por terminar sus películas con un giro argumental que provoque la satisfacción fácil del espectador, pero en muchas ocasiones ni siquiera el desarrollo de la trama tiene la corrosividad o intensidad suficiente para no demandar una sorpresa final que la compense.
Fotos de ‘¡Ave, César!’ con Josh Brolin, George Clooney, Channing Tatum y Scarlett Johansson
La visión del Hollywood dorado que ofrecen los Coen no es nueva pero tiene su toque particular. El igual que en El gran salto (1994) hicieron con los empresarios triunfantes, los Coen nos acercan a estas estrellas y genios del cine para demostrarnos que su éxito es más fruto de una circunstancia o de un interés creado que de un verdadero mérito o talento. Los Coen son antifabuladores por antonomasia, nos cuentan siempre el reverso de los cuentos de hadas, la cara cotidiana de los sueños y es ahí donde radica su verdadero mérito como en algunos humoristas el periplo del chiste es más interesante que su final.
El interés pecuniario de los comunistas, la ingenuidad de la dura estrella del oeste, la ordinariez de la bella estrella de los musicales (excelente Johansson), la farsa de la corrección política negociada de las películas, la estupidez y falta de ética de los actores… todo queda puesto en solfa por la mirada corrosiva de los Coen que ven la esencia de las cosas con nitidez por debajo de su disfraz.
Como sucedía con los geniales Gila o Andy Kaufman, la riqueza en las cintas de los Coen aparece escarbando en las sutilezas de sus tramas intermedias, en los intersticios que les deja la comercialidad. Aquella frase de un monólogo sobre la infancia de Gila “…y un señor de marrón que siempre estaba en el pasillo…” era la espita que descubría una posguerra de necesidades en las que las familias alquilaban habitaciones para subsistir. En ¡Ave, César! una aparentemente inocua escena en la que el personaje de Josh Brolin cena en casa hablando en todo momento de espaldas a su esposa tiene más nitroglicerina que todo el cine de Robert Rodríguez, una imagen aparentemente feliz pero con connotaciones aterradoramente negativas. Eso es lo que saben hacer los Coen.
En ¡Ave, César! falta engarzar estas perlas en un argumento con una estructura que los conduzca a un punto concreto, como sucede en muchas de sus películas. Cuando lo consiguen, como en Barton Fink (1991), Fargo (1996) o Valor de ley (2010) estamos ante una gran obra. Mientras tanto, hay que conformarse con rebuscar en sus imágenes y preguntarnos adonde van.
Tráiler de ‘¡Ave, César!’ de Joel y Ethan Coen
https://youtu.be/oyet2S6yXNk