Isabel Coixet es una afamada realizadora cuya figura y personalidad casi ha trascendido su propio trabajo cinematográfico entre determinado público aficionado al cine etiquetado como “indie”. Prestigiosa realizadora publicitaria, debutó en el largometraje con un buen drama generacional ambientado en España Demasiado viejo para morir joven (1989) que rápidamente la entroncó con un cine de drama intimista y juvenil, de personajes en formación sentimental y conflicto emocional casi permanente que queda ampliamente registrado por las características narrativas de la realizadora.
Su siguiente película, Cosas que nunca te dije (1996), ya rodada en un mercado norteamericano que no le era ajeno por la vertiente en la publicidad de su trabajo, se cuenta entre sus narraciones más logradas y prácticamente encierra todas las características que habría de desarrollar en su cine posterior con pocas variaciones. A partir de ese momento desarrolla su carrera tanto en España como en Estados Unidos, dándose la circunstancia de que en España su obra se mueve hacia el género documental y el compromiso político mientras que en Estados Unidos continúa una carrera de cine comercial más estándar en el cine de ficción.
Su prestigio sigue creciendo con películas que llegan con facilidad a un público sensible y comprometido, destacando la calidad y originalidad de su mayor éxito hasta el momento, Mi vida sin mi (2003). Aunque su cine comienza a presentar ciertos sintomas de agotamiento visual, asunto sobre el que incluso la propia directora y guionista ironiza como sobre las repetidas escenas de lavandería en varias de sus películas, alguna mayor ambición temática y el deseo de muchos actores prestigiosos por trabajar en proyectos más comprometidos y sencillos como los suyos, la siguen manteniendo muy presente en las carteleras.
Uno de estos proyectos es Aprendiendo a conducir (2014), adaptación de un relato de la revista The New Yorker en la que un taxista de origen indio (Ben Kingsley) establece una relación de amistad con una burguesa neoyorquina (Patricia Clarkson) en proceso de divorcio. Como en muchos proyectos similares, la exploración de los sentimientos de los personajes, la tensión sexual y la diferencia de culturas componen un mosaico donde el estilo de Coixet calza a la perfección.
A pesar de las interpretaciones de sus protagonistas, ambos actores de amplia experiencia y reconocimiento, la cinta adolece de la más mínima emoción o interés dramático, ya sea porque Coixet parece haberla dirigido con cierta pereza o piloto automático, o bien porque la historia volcada al guión ya presenta los suficientes lugares comunes como para desconectar al espectador medio.
Tratándose de una producción modesta, hay que anotarla como una película de transición, de compromiso o de ejercicio en las carreras de todos los profesionales que participan en ella, ya que no supone ningún hito destacable en sus currículos, incluida la participación de la genial Thelma Schoonmaker en el montaje, una de las culpables de que hoy día Martin Scorsese sea un maestro del cine.
https://youtu.be/o2yoRWxYEU0?list=PLuKhT8ZFrvXYOT_h7caNLTye4sK5UeHyc