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Crítica TROLLS

Crítica de 'Trolls'

Quién tiene prejuicios sobre el cine comercial comete un grave error. Conseguir que una película sea aceptada por millones de espectadores de cualquier cultura, sexo y edad es una tarea tan ardua como la de conseguir una obra de arte. Incluso más. Una obra de arte puede distinguirse precisamente por su libertad para no cumplir ninguna regla y estar fuera de cualquier parámetro comprensible. Una cinta comercial con aspiración a ser vendida en todo el mundo, no. Está sujeta a cientos de normas narrativas, de fondo y forma, para que resulte apetecible a todas las miradas sin convocar el más mínimo rechazo. Y eso es una tarea homérica a la que se dedica la industria del cine. Los éxitos rotundos en este sentido de la comercialidad total son tan escasos de encontrar como los puramente artísticos sin poses ni modas efímeras.

Mientras que la construcción de una obra de arte puede ser casual, a la espera de la inspiración o la fortuna creativa, la titánica tarea de construir un éxito comercial tiene desde sus inicios una enorme dificultad: ¿Qué tema elegir? ¿Sobre qué hablar que a todos agrade? Por ese motivo los ejecutivos de las grandes compañías buscan y repasan todo tipo de materiales, habitualmente literarios, para encontrar esa primera chispa, ese enganche inicial que les permita desarrollar todo el proyecto.

En una compañía como Dreamworks, puntera en técnicas de animación con éxitos tan reconocibles como las sagas de Kung-Fu Panda y Shrek, se fijaron en esto:

Trolls

Se trata de unos diminutos muñecos de buen pelo, colorido e inmenso, que todos hemos visto o tenido alguna vez obra del leñador danés Thomas Dan. Dan comenzó tallándolos en madera por afición y, debido a su éxito en los 60, logró emplear a toda su familia para su producción a nivel mundial. ¿El secreto? Es imposible mirarlos sin sentirse bien, esbozar una sonrisa. Provocan buen ánimo. Siempre. No está mal, ¿verdad?

“¿Y por qué no hacer una película con ellos como protagonistas?” -se debieron preguntar en Dreamworks. A fin de cuentas, teniendo a los creadores de Kung-Fu Panda y Shrek, otros monstruos adorables cuando los conoces, pergeñar una historia acerca de estos trolls era más que factible.

Así que con la premisa de hacer una película sobre esa felicidad que transmiten los muñecos ideados por Dan, los guionistas Jonathan Aibel y Glenn Berger pergeñaron una historia sobre cómo se consigue ser feliz, que transmitiese ese mismo sentimiento al verla que al mirar a un troll, que la disfrutase cualquier persona en el mundo, con canciones inolvidables, divertida sin ofender a nadie y una animación que deleitase a niños y adultos.

¿Os parece fácil ahora? Pues aquí está el resultado…

Trolls cartel

Crítica

Trolls narra una historia aparentemente sencilla acerca de la felicidad. Una parábola para niños y adultos apoyada en las teorías psicológicas de Viktor Frankl una vez superado el modelo freudiano. Su trama enfrenta a dos protagonistas, Poppy y Branch, de ánimos opuestos. Poppy es puro optimismo, empuje y decisión. Branch es pragmático, racional y hosco, lastrado por un episodio del pasado. Sin embargo, la sinergia de ambos consigue liberar a su pueblo de los Bergens, unos monstruos que sólo pueden ser felices si comen trolls.

Toda la cinta respira cierto aire new age y hippy de los 60, aunque hay un acertado ajuste de cuentas hacia los gurús de esta materia en la actualidad. Transcurre a un ritmo excelente, describiendo estereotipos humanos reconocibles en cuyo comportamiento se asienta la parte humorística. Tiene el acierto de apoyar su trama, sin caer en gratuidades ni detener la narración, en célebres canciones de Lionel Richie, Cindy Lauper y otros muchos artistas, aquí adaptados por el talento de Justin Timberlake, un actor y músico injustamente lastrado por su carrera adolescente, que también pone voz a Branch. Anna Kendrick, excelente actriz con experiencia musical en Dando la nota (Jason Moore, 2012), le da la réplica en la voz de Poppy. Zooey Deschanel, Gwen Stefani, John Cleese y Russell Brand completan el divertido y compacto reparto.

La parte más interesante de Trolls como cine está en sus primeros minutos donde se introduce la historia a través de un cuento, un libro de recortes cuyas texturas magníficamente recreadas establecen un divertido juego metanarrativo, ya que los propios trolls tienen como afición crear estos libros para contar sus historias o expresar sus estados de ánimo. Superado ese juego inicial para meter al espectador en la película, el motivo para seguirla está en la peripecia de un rescate que lleva implícito entender el secreto para conseguir la felicidad… y que no corresponde revelar aquí.

Trolls es un producto perfecto que cumple bien su función de divertir, enseñar, entretener, asombrar y lograr hacer olvidar tus problemas durante su metraje. Su mayor virtud es tener un nivel de humor increíblemente equilibrado entre lo infantil, lo adolescente y lo adulto, con personajes que son puro artificio narrativo, como la nube, pero que encajan sin estridencia aportando sorpresa y diversión. Conseguir este resultado con los materiales iniciales sólo puede ser obra de profesionales que, como decíamos al principio, son injustamente olvidados como artistas por su condición comercial.

Y si pueden disfrutar de ella en versión original, lo agradecerán.

Tráiler

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