A pesar de que hacer cine está hoy día al alcance de cualquiera, son escasos los cineastas que recurren a la tecnología menuda en su obra. Uno de ellos es Sean Baker, que no duda en echar mano de móviles y montaje propio para sus películas.
Si la forma hace el contenido podemos decir que la impronta del cine de Baker está en contar historias de la calle, a ras de suelo. Su sencilla forma de rodar y producir le proporciona un grado de independencia notable que no duda en aprovechar para acercarnos historias y personajes inusuales pero reconocibles aunque no sean frecuentes en la pantalla.
The Florida Project es el irónico nombre de esta cinta haciendo referencia al famoso parque de Disney en ese estado. Algo que Baker utiliza para mostrarnos su lado menos brillante y comercial, el de una economía de tercera fila y quiénes la habitan más allá del gigante del entretenimiento.
Crítica
Con una narrativa sencilla Baker nos adentra en la vida de los moteles alrededor del parque temático. Moteles que, con cierta dignidad, alojan a trabajadores de los negocios circundantes y visitantes de fortuna. Vida que descubrimos a través de un grupo de críos que pululan allí en vacaciones haciendo trastadas y suplantando con imaginación y alegría las atracciones a las que no pueden acudir.
No se trata de un retrato de la decrepitud, sino más bien lo contrario. Se presenta a una serie de personajes que sobreviven en la zona a medio camino entre el trapicheo, las ayudas sociales, la delincuencia y los trabajos efímeros pero con un cierto grado de solidaridad, convivencia y dignidad, encarnado principalmente en el gestor del motel interpretado por Willem Dafoe.
‘The Florida Project’ nos habla de la libertad para elegir cualquier modo de vida siempre que cumpla unos mínimos de responsabilidad
La gran virtud de Baker es que no trata a sus personajes con lástima o condescendencia. Ni como víctimas o rebeldes de un sistema que parece olvidarles, representado por ese helicóptero que viene y va en la lejanía. Baker nos adentra en ese mundo de tercera fila poniéndonos a la altura de los ojos de los niños y con un juego de espejos en personajes que podrían ser el mismo en distintas edades (Halley, la lavandera, la mujer de la piscina), hasta hacernos partícipes de cierta alegría en su forma de existir y afrontar la realidad que les toca.
The Florida Project no es una película de denuncia ni con moralina. No juzga a sus personajes sino que apuesta por algo mucho más complejo y quizá por ello menos satisfactorio. Nos habla de la libertad para elegir cualquier modo de vida siempre que cumpla ciertos requisitos de convivencia, responsabilidad y sentido común.
Y que la cultura de masas, representada aquí por Disney, sólo es una vía de escape para quién no es capaz de encontrar con qué maravillarse. Como esas crías que escapan hacia el castillo de Cenicienta cuando su mundo se viene abajo. Como hacen, quizá, miles de personas yendo a un parque temático que les salva por unas horas del hastío de sus trabajos y familias.