Sólo es el principio (Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier, 2010) es un documental cuyo eje central es el pensamiento en la edad infantil, un retrato de lo ocurrido durante el desarrollo de la enseñanza de niños relativa a argumentos y conceptos, adaptados por supuesto a la circunstancia y extrapolados del material filosófico.
Los protagonistas del filme son unos pequeños personajes que, con su natural simpatía y autenticidad, nos ofrecen a los adultos que los miramos en calidad de espectadores su particular visión de la vida y del mundo, sorprendiéndonos como a menudo ocurre con su espontaneidad tan certera y, en ocasiones, tan demoledora y sarcástica.
Se suele decir que los mayores aprendemos más de los niños que nos rodean que de nosotros mismos, y este documental nos confirma dicha afirmación, por la incuestionable y genuina sinceridad con la que parecen sentenciar las verdades más innegables, velándolas además de una ternura de la que resulta imposible no dejarse invadir, y que sobre todo no resta razón a lo expresado por ellos.
La cuestión más relevante de la cinta reside en la indiscutible importancia, desde un punto de vista tanto moral como social, de primar elementos básicos como la capacidad de reflexión y de análisis en la educación incluso en edad muy temprana.
Pascaline, la maestra encargada de orquestar los debates protagonizados por los pequeños protagonistas, se limita a preguntarles su opinión acerca de cuestiones como el alma, la muerte, el amor, y escuchar sus a veces reales y a veces disparatas pero siempre muy interesantes respuestas, al fin de estimular en ellos el deseo de aprender y de conocer los fundamentos de la existencia del ser humano, sin imponerlo.
Ellos no necesitan ni siquiera ninguna de las directrices que la profesora a veces intenta mostrarles, ya que, gracias a su innata habilidad en el expresar sus pareceres, consiguen manifestar sin pudor ni limitaciones la riqueza de pensamientos y de convicciones que albergan en la mente de los más jóvenes y sintetizarlos de forma clara y explícita.
La esencia de Sólo es el principio es recordarnos, intencionalmente o no, que demasiadas veces nos olvidamos de escuchar a los niños y que deberíamos dedicar a ello gran parte de nuestro tiempo, sobre todo porque para muchas preguntas de las que nosotros los adultos ya hemos perdido para siempre las respuestas, ellos todavía las siguen teniendo.