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Crítica PROJECT X

Crítica 'Project X' Thomas-Mann

Project X (Nima Nourizadeh, 2012) tiene todos los ingredientes para convertirse en la diana de muchas malas críticas: es una comedia adolescente, simplona, técnicamente deficiente y vacía de contenido.

Su estreno se ha producido al comienzo del verano y coincidiendo con un importante evento futbolístico internacional, lo que da cuenta de su perfil comercial y de la propuesta “cine + fútbol” que sobrevuela su estrategia comercial para el fin de semana de un joven español.

Tráiler

Crítica

Sin embargo, no por ello deja de ser una propuesta lícita y, sobre todo, rentable: a la vista de su acabado formal, su coste de producción ha debido ser relativamente bajo y su argumento combinando piscina, chicas, bebida y música a toda tralla, un cóctel lo suficientemente prometedor para dicho público.

La trama, por llamarlo así, es la historia de cuatro colegas de instituto que ven la oportunidad de hacerse notar entre sus compañeros celebrando una macrofiesta con motivo del cumpleaños de uno de ellos (Thomas Mann), aprovechando la salida dominguera de sus padres. El homenajeado accede a celebrar la fiesta con ciertas reticencias, pero uno de sus amigos (Oliver Cooper) se encargará de que las venza y que la fiesta alcance proporciones épicas.

La novedad en este género, llamémosle fiestero, viene dada por una tendencia reciente que ya cuenta con algún producto más que digno. Se trata del uso subjetivo de la cámara y el tono doméstico de la grabación, recursos ambos que fueron inaugurados para el cine por la muy debatida El Proyecto de la Bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999) y que dignificó comercialmente la estupenda Monstruoso (Matt Reeves, 2008).

La excusa para esta baza narrativa es la grabación en vídeo del cumpleaños para colgarlo en Internet. Y, aunque muchas secuencias siguen esta regla autoimpuesta, otras aparecen en la cinta sin saber muy bien quién de los cuatro personajes las ha grabado. De esta manera, los hechos extradiegéticos se enredan con los protagonistas hasta perder la noción de quién es el cámara, volviéndonos a situar cuando alguno de los personajes interactúa con él.

Conseguido o no su estilo narrativo, Project X ofrece una hora y media de sonrisas y bromas descabelladas aptas para el público juvenil de una tarde de verano sin nada mejor (ni peor) que hacer. Por cierto, Warner Bros. acaba de anunciar su secuela.

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