Que una película con más de 10 galardones internacionales de renombre tarde 2 años en llegar a nuestras carteleras sólo puede ser síntoma de una cosa: no nos interesa el cine. Ni la literatura, ni la música… Pero es inútil quejarse. Como diría el recientemente fallecido Rafael Chirbes con su característica llaneza: «Es que la vida es así».
Para quitarnos de encima a unos cuantos lectores confírmamos que, efectivamente, esta película es en blanco y negro. Además, dura más de 2 horas. Y es polaca…. Ahora que ya nos hemos quedado los íntimos, podemos continuar.
La distribuidora Pirámide Films va a traer a algunas salas españolas esta joya del cine europeo reciente. Joya porque está concebida como una verdadera obra artística, si consideramos este término como la consecución de trabajos y normas que han seguido una serie de profesionales para conseguir un resultado compacto, coherente, homogéneo, expresivo y único alrededor de la narración deseada. Ahí es nada.
Toca explicarse. Papusza cuenta la vida de la gitana polaca de mismo apodo (muñeca, en romaní) cuyo nombre real era Bronislawa Wajs. Nacida en 1908 en el seno de una familia nómada, Wajs fue la primera poetisa y escritora gitana, destacando por un talento natural para la sobriedad y la descripción de corte naturalista a pesar de su escasa formación, prácticamente autodidacta. Sus poemas y textos sobre su pueblo, de sentimientos fuertemente arraigados con la naturaleza y revelando el sufrimiento que padecieron durante la guerra, fueron publicados por Jerzy Ficowski, un periodista que la conoció mientras les acompañaba por los caminos durante de 2 años. Tras la publicación, Wajs recibió reconocimiento cultural, pero el rechazo y castigo de su pueblo por traición, pues el secreto sobre la cultura y costumbres gitanas es considerado necesario para su supervivencia.
Los guionistas y directores Joanna Kos-Krauze y Krzysztof Krauze pueden estar orgullosos de su trabajo. Han tomado todas las decisiones técnicas y artísticas correctas para que el espectador que contemple la vida de Papusza entienda perfectamente la singularidad de su pueblo, la de la propia escritora, el ambiente de la Polonia prébelica e incluso comprenda los motivos del rechazo y vejaciones a la que es sometida tras publicar sus escritos.
Papusza es un prodigio cinematográfico donde se da ya algo casi olvidado por muchos cineastas: que historia, tono y estética deben ir íntimamente ligados para lograr la comunicación, la obra artística. En la Primavera de Vivaldi no suenan trombones. La fotografía, encuadres, diálogos y cadencia de Papusza hace comprensible el modo de vida mítico, deambulante y desarraigado de los gitanos polacos, cuya única patria son sus creencias y costumbres. Y hace igualmente comprensible la existencia de alguien tan insólito como Papusza, tremendamente sabia en su ignorancia de la cultura oficial pero absolutamente expresiva al describir el mapa del alma de su gente.
Papusza, la película y el personaje, son bellas y desagradables, sinceras y duras pero emotivas, brutales y místicas, abruptas pero volátiles. Porque la vida es así, que diría Chirbes.