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Crítica LO TUYO Y TÚ

Lo tuyo y tú - crítica

Una simplificación del cine del surcoreano Hong Sangsoo tiende a compararlo con el de Woody Allen. Sus películas de ambiente sentimental, amplios diálogos y ligera comedia suelen llevar a esta equiparación. Pero la referencia detrás del cine de Sangsoo hay que buscarla en Éric Rohmer.

Sangsoo factura casi una película anual porque su cine es de producción sencilla aunque de costosa elaboración mental. En un país con una industria que ha destacado por llevar al paroxismo y la perfección algunos géneros del cine norteamericano, Sangsoo destaca debido a su estilo premeditadamente improvisado, aparentemente descuidado y superficial.

Lo tuyo y tú es una nueva variación sobre las obsesiones del cineasta acerca de la multiplicidad de lo real y lo circunstancial de los sentimientos, y de cómo ambos determinan la identidad del individuo. ¿Soy yo quién ayer estaba enamorado de esa mujer o quién hoy está enojado con ella? ¿Soy yo quién bebe alcohol cada noche según los rumores o la sobria mujer que no encuentra un amor adecuado?

Crítica

Tras la internacional y más elaborada En otro país (2012) y la excelente Ahora sí, antes no (2015), Sangsoo propone de nuevo en esta cinta algunos divertidos equívocos para que reflexionemos sobre nuestra identidad.

Sin apartarse de sus ya conocidos planos secuencia con cámara fija, sólo animados por el uso del zoom, Sangsoo teje una nueva fábula sobre la cotidianidad donde una pareja se reconcilia tras navegar por los estados de ánimo que les provocan las apariencias. En esta ocasión, Sangsoo introduce elementos narrativos menos habituales en su cine, como un par de escenas oníricas que engarzan en una elipsis final mediante una vela que sirve como interrogante al espectador.

Como sucede en el cine de Rohmer, son las charlas banales y los escenarios naturales los que definen la personalidad de los personajes. Solo que en la obra del surcoreano hay siempre un divertido juego mental donde distintas situaciones conducen a los personajes a diferentes personalidades, dejando al espectador elucubrar sobre el misterio de su propia identidad. Se trata, una vez más, de que el cine sea el mejor artefacto que ha creado el hombre para capturar algo tan poliédrico y complejo como la vida.

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