Guillermo Del Toro es por derecho propio uno de los cineastas más reconocidos mundialmente. Su talento desbordante para la fantasía adaptada a las estructuras narrativas tradicionales hacen de cada una de sus obras un éxito, ya sean cinematográficas, televisivas o literarias. Junto a Peter Jackson forma una dupla que está detrás de casi todos las grandes obras del fantástico en el cine de las dos últimas décadas, en alguna ocasión, colaborando entre ellos.
Con una obra como director que ya alcanza la decena de títulos, probablemente sea El laberinto del fauno (2006) la cinta que marcó el camino continuado en obras posteriores: cuentos fantásticos de moraleja actual ambientadas en periodos históricos de estética reconocible. Otra línea creativa que desarrolla con igual fortuna son las sagas populares del fantástico: Hellboy, Blade y su particular Godzilla, Pacific Rim.
La forma del agua viene a confirmar el buen pulso y olfato de Del Toro para crear el cuento y la metáfora adecuada para hablarle al público del los asuntos que más le conciernen.
Cartel y fotos
Crítica
La forma del agua sigue esa estructura de cuento fantástico en un marco histórico reconocible, esta vez en la Norteamérica de la guerra fría en algún momento de los 70. En este contexto, una muda empleada de limpieza en un laboratorio secreto del Ejército entabla contacto con una de las criaturas allí encerrada.
Del Toro exhibe una vez más su maravilloso pulso y tono para meter al espectador en el mundo que ha creado desde la primera secuencia. Sin salirse de la estructura del cuento tradicional, el director mexicano despliega su narrativa basada en suaves movimientos de cámara para filmar un guión (escrito con Vanessa Taylor) donde cada secuencia sea a la vez descriptiva, narrativa, reivindicativa y asombrosa.
Un cuento adorable y políticamente correcto que se apunta a todas las reivindicaciones de actualidad
La novedad en este filme es que Del Toro renuncia por completo a lo escabroso o explícito que hasta ahora ha sido habitual en su cine. El resultado es un cuento adorable y políticamente correcto que se apunta a todas las reivindicaciones de actualidad: feminismo, rechazo del acoso y discriminación sexual, visibilidad de la discapacidad física… y todo ello envuelto en una gran historia de amor.
Haciendo un juego de palabras con el tema de la cinta se podría decir que el cineasta, quizá por requisito de la producción quizá por decisión propia, ha seguido el lema “be water my friend”. Ha vetado los rasgos más perturbadores que han hecho reconocible su cine diluyendo todo aquello que en estos momentos de efervescencia en redes sociales, pudiera resultar criticable por su público potencial.