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Crítica LA EXCEPCIÓN A LA REGLA

La excepción a la regla - critica

Para muchos de vosotros Warren Beatty puede que sólo sea ese tipo mayor que metió la pata al entregar equivocadamente un Óscar, pero Beatty es una de las leyendas de Hollywood del siglo XX. Forma parte de ese extraño grupo de actores cuya fama supera incluso el juicio sobre su calidad interpretativa. Actor, productor, director, seductor, millonario, feliz padre de familia… alrededor de Beatty siempre hay un halo de admiración y extrañeza que esta anécdota del Óscar o el famoso chiste de Woody Allen sobre las yemas de sus dedos sólo logra engrandecer y, por tanto, alejar.

Cuando un tipo como Beatty, mítico, poderoso donde los haya, se pone delante y detrás de una cámara después de casi 20 años sin hacerlo, es que quiere contarnos algo. Y ese algo es un anhelado proyecto que ha tenido en la cabeza desde hace muchísimo tiempo: glosar la figura de Howard Hugues, otra leyenda.

La biografía de Hugues ha sido llevada al cine en múltiples ocasiones con diferentes resultados. Personaje fascinante, inteligente, aventurero, loco, multimillonario, extraño, patético, quizá enfermo, su vida tiene tantos claroscuros que contarla adecuadamente no puede llevar sino a un mismo confuso resultado. Salvo que en esta ocasión Beatty no nos está hablando estrictamente de Hugues.

Crítica

La excepción a la regla ilustra ese momento exacto del Hollywood en los años 50 en que la industria del cine atraía a cientos de jóvenes hasta Los Ángeles para probar carrera. En cierto modo, Hollywood representaba en aquella sociedad puritana y liberal, el rompeolas de una meritocracia. El lugar donde, si tenías algún talento y lo demostrabas trabajando, podías triunfar sin importar quién eras ni de donde venías.

A aquella ciudad llega la protagonista, Marla, una joven baptista con aspiraciones a actriz dispuesta a triunfar, tal y como lo hizo el propio Beatty (también baptista) en el mismo año. Marla entra en la cuadrilla de aspirantes a actriz de los estudios de Hughes esperando una prueba para una película y, quizá, conocer al magnate.

Por su parte, Frank es un joven con aspiraciones empresariales inmobiliarias que espera su oportunidad trabajando como chófer también a las órdenes de Hughes. Al igual que Beatty, Frank veía en aquella época como la sociedad y la economía cambiaba y quería estar allí, en primera fila, con su portafolio de ideas para los inversores. Beatty no tenía en aquella época sueños inmobiliarios, pero pronto los tuvo como productor cinematográfico, consciente de que los actores se convertirían en los auténticos revienta taquillas.

Cerrando el triángulo protagonista está Howard Hugues, encarnado por el propio Beatty. Beatty encarna a un Hughes cuya inteligencia ronda la anomalía y, por tanto, la absoluta incomprensión de quiénes les rodean. Con una dirección fluida y unos diálogos y secuencias brillantes, propios de otra época, Beatty nos regala una especie de autobiografía esquiva, un autorretrato poliédrico donde todos los personajes protagonistas son, o han sido en algún momento, él mismo. Y él no ha sido sino una excepción a la regla en casi todas las épocas en que le ha tocado vivir.

Es muy probable que el valor de La excepción a la regla crezca con el tiempo porque contiene momentos que son auténticos tesoros, puros, prístinos, de cine clásico y elegante, con vetas personales de su creador pero que pertenecen a otro tiempo y quizá ahora resultan ininteligibles. Pero todo vuelve y Beatty volverá, quizá cuando ya no esté aquí para comprobar que ha hecho una excelente película.

Tráiler

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