Crítica
Crítica LA BELLA Y LA BESTIA (2017)

Se ha comentado reiteradamente en este blog la capacidad de la compañía Disney para generar clásicos. La extraordinaria calidad en todos los aspectos de sus producciones, el exhaustivo conocimiento del público y una gestión minuciosa e inteligentísima de su catálogo, al que no cesan de incorporar franquicias de éxito, la hacen imbatible en la taquilla y en la memoria de los espectadores.
No hay mejor ejemplo para ello que La Bella y la Bestia. Adaptación de un cuento clásico cuya autoría y variaciones se pierden en el tiempo, fue un proyecto largamente acariciado por los estudios Disney ya en los años 40 del siglo pasado. Finalmente en 1991 se lleva a cabo una versión animada que pasó directamente a los anales del cine por su calidad, por acaparar premios y por la inolvidable banda sonora y canciones de Alan Menken, directas al inconsciente colectivo.
Casi 30 años después de aquella obra, Disney decide recrearla (el guión es casi idéntico) pero esta vez con imagen real y actores. Quizá el avance de las técnicas digitales y su asimilación por el público, quizá la vigencia de un cuento con un fuerte personaje femenino que decide su futuro sin renunciar a sus sentimientos y personalidad y, sobre todo, la edad y extraordinaria reputación de Emma Watson, una actriz en cuyas palabras y acciones tienen puesta la mirada todas las adolescentes del mundo, hayan sidos determinantes para acometer esta obra precisamente ahora.
Cartel
Crítica
Disney ha puesto en manos del director Bill Condon tan preciado proyecto con un excelente criterio, como no podía ser de otra forma. Condon es un reputado realizador que en las distancias cortas y con proyectos más modestos ha conseguido maravillosas obras llenas de emoción y nostalgia como Dioses y monstruos (1998) o la más reciente Mr. Holmes (2015). Pero al frente de grandes presupuestos ha demostrado también una notable solvencia, como lo atestigua el díptico con el que cerró la saga Crepúsculo en 2011 y 2012.
La exquisitez, romanticismo y precisión de Condon, la presencia de Emma Watson, la música de Alan Menken, todo ello ribeteado por la tecnología digital de Disney no podía dar lugar a otra cosa que un clásico. Un clásico popular que reventará las taquillas, se pasará en todas las televisiones durante lustros y quedará indeleble en nuestra memoria hasta olvidar que este cuento ha tenido otras adaptaciones o que su autoría es tan antigua como la propia humanidad, ya que refleja aspectos atávicos de nuestra condición humana y avances de nuestra sociedad en las costumbres. El relumbrón del resto del reparto, presente mayormente en sus voces, hace el resto: Ewan McGregor, Ian McKellen, Luke Evans, Josh Gad, Emma Thompson y Dan Stevens.
La Bella y la Bestia alcanza esa perfección formal de otros clásicos de Disney que le impiden envejecer, como sucede con la imborrable Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964), aunque haya en marcha también una revisión de esta película. Sin embargo, si no nos dejamos embriagar, que es difícil, por la perfección de este espectáculo de masas, en La Bella y la Bestia hay detalles, ranuras, por las que se observa una personalidad más allá de su obvio destino popular. Por ejemplo, el signo de los tiempos en la homosexualidad poco velada de LeFou, uno de sus personajes; las referencias a clásicos del cine que van desde Frankenstein (James Whale, 1931) a Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990). Y, sobre todo, la emocionante mirada de Condon que se cuela por algún resquicio: cuando Bella conoce el pasado de sus padres en una buhardilla de París; o en ese baile final donde los personajes han vuelto a su forma humana y, sonando la música de Menken, la cámara se desliza suave, silenciosa, sobre sus rostros ajados y maquillados, sujetos de nuevo a una mortalidad no animada.
Tráiler
Fotos del doblaje
