El cineasta tunecino Mohammed Ben Attia fue galardonado a la Mejor Ópera Prima en el reciente Festival de Berlín por este bello melodrama costumbrista que ilustra las dudas de un joven, Hedi, entre su vida sin alicientes arropado por las tradiciones familiares o la libre incertidumbre de su historia de amor con una animadora turística.
Hedi aprovecha una prospección comercial en su trabajo como vendedor de Peugeot para escapar a la playa y huir de la presión de una boda que ha acordado su familia. Hasta su trabajo ha sido obtenido por su familia para encauzarlo hacia esa boda, hacia una vida ordenada que no es la que el desea. Sin embargo, su romance con Rym, una de las animadoras del hotel, le hace vivir unos momentos de cierta libertad que le hace plantearse su futuro.
Ben Attia filma toda la historia con una enorme sensibilidad, siguiendo cámara en mano y planos muy cerrados a su protagonista hasta lograr que el espectador se identifique con su dilema. Algo en lo que también participa la notable interpretación de Majd Mastoura encarnando a ese sensible, callado y obediente joven que expresa su impotencia dibujando cómics.
Cartel
Crítica
Ha sido necesario contar parte del argumento de la película para poder comentarla apropiadamente, ya que el valor de Hedi como cine no es ser un retrato personal a flor de piel, algo que ya le da valor de por si, sino lo que supone como metáfora.
Hedi vuela si entendemos que su protagonista es un trasunto del Túnez actual. Este pequeño país árabe mediterráneo, colindante con Egipto, Argelia y Libia, con una considerable influencia francesa, es considerado en Occidente un laboratorio de lo que podría ser el camino a la democracia en la zona.
Túnez ha tenido una serie de cambios en su política durante la última década que la han llevado a una constitución democrática en 2014. Por tanto podríamos decir que Hedi, como Túnez, está transitando emocional, política y socialmente desde unos regímenes marcados por la tradición árabe y la influencia francesa (ahí está la presencia de Peugeot imbricada en el plan familiar) hasta cierto constitucionalismo democrático.
El enorme mérito y valentía de Ben Attia no es haber logrado una metáfora diáfana, bella y delicada de lo que está sucediendo en su país. El mérito está en que el espectador entienda los motivos de Hedi en cada una de sus decisiones vitales, incluso en la última, la más difícil, sin necesidad de explicarlas. Porque esos son los motivos de Túnez y lo que desde Occidente probablemente debemos esperar sobre lo que allí suceda.
Mucha suerte, Hedi.