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El Rascacielos (Rawson Marshall Thurber, 2018)

Cuando se hizo público que Rawson Marshall Thurber sería el director de una película de acción, la gran mayoría nos quedamos de lo más sorprendidos, ¿por qué iba a lanzarse Thurber a un género que no domina en absoluto y que es víctima de las críticas más despiadadas? No podemos olvidarnos de que el cineasta de San Francisco ha trabajado sobre todo en el campo de la comedia, y no siempre con demasiado éxito. En 2004 dirigió Cuestión de pelotas que, a pesar de contar con un reparto de infarto en lo que a este género se refiere (Ben Stiller, Vince Vaughn, Jason Bateman, entro otros) recibió críticas de lo más variadas. Es más, Stiller llegó incluso a ser nominado en los Premios Razzie (conocidos como los anti-Oscar) en la categoría de Peor Actor. Tras esta tibia producción llegó el turno de Somos los Miller, protagonizada por Jennifer Aniston, Jason Sudeikis, Emma Roberts y Will Poulter, con la que logró su mayor éxito.

Tres años hicieron falta para que Thurber se volviera a poner tras las cámaras. El director volvió a la gran pantalla con la comedia Un espía y medio, cinta en la que trabajó por primera vez con el protagonista de El Rascacielos, Dwayne Johnson. En esta rocambolesca aventura, “The Rock” compartió protagonismo con otro de los grandes cómicos estadounidense, Kevin Hart, que además de su faceta como intérprete también se ha propuesto “hacer el póker guay” a través de su asociación con PokerStars. La química entre el actor de Filadelfia y Dwayne Johnson es tal que juntos han vuelto a participar en Jumanji: Bienvenidos a la jungla, la secuela de la popular película protagonizada por Robin Williams. A pesar del buen rollo que se respiraba entre ambos actores, la cinta no consiguió cosechar el mismo éxito que Somos los Miller por eso sorprende que Thurber se haya lanzado a la conquista de un género nuevo cuando todavía no ha terminado por triunfar en el de la comedia.

El Rascacielos, para la que de nuevo el director ha contado con Dwayne Johnson como protagonista, se estrenó el pasado mes de julio con vistas a convertirse en el blockbuster del verano. ¿Lo habrá conseguido?

https://www.youtube.com/watch?v=iWUFjsuiT5k

Crítica

Hay algo que nos chirría al ver El Rascacielos y es esa necesidad por intentar emular a la Jungla de Cristal o a El coloso en llamas. No hay nada que más moleste al público que esa intencionalidad de una película de parecerse lo máximo posible a otras del mismo género que ya han cosechado un gran éxito. La cinta de Thurber peca de ello, aunque lo hace de una manera directa y no intentando esconder ese parecido; no hay más que ver el cartel promocional que hace clara referencia a ambos títulos.

Más allá de estas cuestiones, en ocasiones más estéticas que narrativas, la cinta nos presenta una trama de la que se podría haber sacado más jugo. Dwayne Johnson es el encargado de dar vida a William Swayer, un antiguo agente del Equipo de Rescate de Rehenes del FBI que ve truncada su carrera cuando una misión termina en tragedia. Tras la amputación de una de sus piernas como consecuencia de las lesiones sufridas en dicha misión, Swayer comienza una nueva vida al mando de una empresa de seguridad junto a su mujer Sarah (Neve Campbell) y sus dos hijos.

Es así como llega hasta China, a donde toda la familia viaja para que Will pueda supervisar, como parte de su trabajo, la seguridad de uno de los edificios construidos con la mejor tecnología del mundo: la Perla.

Lo que en un principio iba a ser un trabajo sencillo se complica cuando Will es traicionado por un antiguo amigo, provocando que el edificio comience a arder con su familia dentro. Swayer es el principal sospechoso de la policía pero lejos de dejar a su familia a su suerte en la Perla, decide huir para intentar salvarlos de las llamas. Es aquí donde comienza una épica aventura plagada de escenas de acción.

Uno de los errores de Thurber, que también firma el guión de la película, es la plana construcción de los personajes. La familia de Swayer no nos dice nada, y el personaje de Sarah pasa más por mujer florero que por antigua cirujana militar. Ben (Pablo Schreiber), el amigo que terminará traicionando a Will, también deja mucho que desear. ¿A qué viene esa venganza después de tantos años? ¿Cómo ha sido capaz de fingir su amistad con Will durante todo ese tiempo? Por no hablar de Kores Botha (Roland Møller), el archienemigo del dueño de la Perla cuyas motivaciones para derribar el edificio son de lo más endebles a nivel narrativo. Caso aparte también es el de Zhao Long Ji (Chin Han), propietario del edificio, quien al principio se muestra como un amante de la tecnología amable para luego revelarse como un hombre ambicioso y egoísta dispuesto a dejar morir a inocentes con tal de salvarse a sí mismo, ¿a qué se debe este cambio, Thurber?

El único que parece estar bien construido es el personaje de Dwayne Johnson pero tampoco al 100%, puesto que el físico de “The Rock” no logra trasladarnos esa idea de hombre sensible y vulnerable. No es culpa de Johnson, que en los últimos años ha logrado demostrar que está capacitado para enfrentarse a cualquier tipo de registro y desempeñarlo con solvencia, sino de un guión que no profundiza en el pasado de Will, en la responsabilidad y culpa que siente por lo sucedido. A pesar de ello, Dwayne Johnson logra cumplir con el cometido principal de su personaje que no es otro que el de desempeñar el papel de héroe. Para ello Thurber crea escenas en las que el personaje de Will se enfrenta a todo tipo de peligros, desde recorrer el edificio por su fachada a colarse entre un par de hélices a toda velocidad para desactivar un sistema de seguridad. Sin duda alguna la más llamativa de todas estas escenas es en la que Will salta desde una grúa a la Perla a cientos de metros de altura y a una distancia desde la que cualquier otro mortal no habría llegado.

Pero a pesar de la espectacularidad de estas escenas, por momentos el espectador se puede sentir como los cientos de ciudadanos de la película que esperan ante una pantalla gigante el siguiente paso de Will. Y es que eso es precisamente lo que nos ofrece la cinta: una sucesión de momentos de acción que tienen como objetivo que Dwayne Johnson nos muestre su increíble forma física. Momentos, eso sí, intercalados con alguna escena en la que se ofrece información que nos ayuda a entender las acciones de algunos de los personajes y que nos permite tomar aliento y hacer apuestas sobre la siguiente pirueta que el protagonista va a realizar.

A todo esto debemos sumarle una acusada falta de agresividad en las escenas de lucha, algo que sin duda se debe a su concepción de cinta familiar pero que hace poco creíbles a nivel narrativo este tipo de secuencias.

Con todo, la escasa duración de la película (apenas supera los 90 minutos de metraje) hace que su visionado no sea demasiado pesado y consiga mantener la atención del espectador gracias a un ritmo en ascenso. No se trata de una obra maestra pero sí de una película que cumple con las expectativas si éstas son las de pasar un buen rato delante de la pantalla.

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