En la larga lista de películas con las que Marvel y 20th Century Fox tienen previsto hacernos disfrutar en, por lo menos, las dos próximas décadas, se están empezando a distinguir dos categorías: las canónicas donde los X-Men se enfrentan a graves situaciones que atañen a la humanidad; y las más ligeras donde superhéroes menos trascendentes digieren su identidad en peripecias más personales.
No cabe duda de que todos ellos terminarán convergiendo en una o varias películas de gran espectáculo, pero mientras tanto disfrutamos de estas películas de presentación de los héroes en particular, donde sus creadores se permiten más licencias creativas y de incorrección política siguiendo las pautas de los cómics originales. Y en las que, afortunadamente, casi siempre el público sale ganando.
Crítica
Después de la divertida Ant-Man (Peyton Reed, 2015) donde el humor basado en las dimensiones del héroe era un pilar de la narración, el Deadpool dirigido por Tim Miller ha aprovechado la ruptura de la cuarta pared de los cómics originales para ofrecer una desvergonzada y descacharrante historia cuya mayor virtud es su capacidad de sentarse al lado del espectador a darle codazos en cada escena.
Todo un acierto en el momento en que cada uno de nosotros acude a la sala de cine con la mirada absolutamente llena de vídeos de YouTubers, clips musicales de ritmo frenético y anuncios con alucinantes efectos especiales. Sorprender a un espectador con este bagaje es extraordinariamente difícil y Deadpool lo consigue.
La que parecía una extraña elección de director para el proyecto al tratarse Miller de un especialista en efectos especiales, se ha combinado excepcionalmente con los guionistas de las películas Zombieland, Rhett Reese y Paul Wernick. De ellos probablemente viene el desparpajo de este antisuperhéroe interpretado con mucha intención y acierto por Ryan Reynolds, por algo también productor, y toda una batería de bromas que ponen a prueba el conocimiento del espectador de la cultura popular, de la propia saga e incluso del funcionamiento de la industria de Hollywood.
Deadpool se convierte así en una de las películas más logradas en lo que llevamos de la saga X-Men, precisamente porque recoge de ellas sólo lo mejor, el diseño de producción y la despampanante ejecución de los efectos especiales, sustituyendo las escenas narrativas y de transición en metanarración y tronchante parodia del cine que representa. Deadpool traslada el antisúperhéroe de los cómics al bufón de las convenciones cinematográficas del Hollywood más comercial… mientras las cumple a rajatabla y habla directamente al espectador. Y eso tiene un enorme mérito.