El que fuera la mayor estrella de Hollywood en los 90, Kevin Costner, vive una madurez interpretativa ribeteada de papeles secundarios de lucimiento y protagonistas donde explora algún otro registro interpretativo alejado del hombre guapo y honesto que le hizo mundialmente famoso, el que heredó de ilustres como Gary Cooper.
En esta ocasión se le brinda, a priori, un bombón: encarnar a un criminal de nacimiento, sin sentimientos ni empatía, que por medio de una cirugía adquiere las habilidades y memoria de un agente de la CIA asesinado. Dicho agente ha escondido antes de morir algo que puede resolver una amenaza de orden mundial, por lo que tanto la CIA como los terroristas quieren encontrarlo.
Con una generosa producción a cargo de Millenium y Lionsgate se ha rodeado al actor de un reparto despampanante donde recalan, y no con un simple cameo: Ryan Reynolds, Gal Gadot, Gary Oldman, Alice Eve, Jordi Mollá, Antje Traue y Tommy Lee Jones. Nada menos.
Al frente de este proyecto se coloca al director de origen israelí Aril Vromen, un realizador con amplia experiencia que, hasta el momento, ha demostrado habilidad para financiar sus películas aunque ninguna de ellas haya conseguido premio ni honor alguno sobre su calidad. Señal inequívoca de que deben funcionar en la taquilla. De hecho, Criminal es la segunda producción que le encarga Millenium tras su mayor éxito hasta el momento, The Iceman (2012).
Crítica
Si bien Vromen acredita estar especializado en thrillers de acción, a los pocos minutos del metraje es fácil comprobar que el guión escrito por David Weisberg y Douglas Cook, autor también de La roca (Michael Bay, 1996), se le ha ido de las manos. Quitando la aseada secuencia inicial protagonizada por Reynolds, el resto de Criminal es una mera filmación sin ambición narrativa de actores perdidos entre el cliché y la sobreactuación.
Vromen desperdicia un guión que recuerda a la exitosa Cara a cara (John Woo, 1997) donde se mezclan varios elementos del thriller que con tanta inteligencia Woo supo transformar en una interesante peripecia psicológica y violenta gracias a su estilizado modo de rodar. Sin embargo, Vromen no logra superar la mera ilustración de tebeo malo, los clichés más inocentes y los lugares comunes más ingenuos, confiando en que un personaje tenga cierta profundidad y credibilidad por el mero hecho de afirmar algo, sin apoyarlo cinematográficamente, con narración en imágenes.
Costner, presente en casi todas las secuencias, se estrella sin rumbo, mal dirigido. Se equivoca al componer de un modo visceral a alguien exento de sentimientos y empatía, un criminal nato. En general, todo el conjunto y los actores deambulan por una trama desordenada que olvida la relación causa-efecto entre secuencias para saber qué está pasando en cada momento y por qué. Y para que le importe algo al espectador, para que exista la tan deseada identificación con la historia.
Del conjunto sólo se puede salvar el esfuerzo de veteranos como Oldman y Lee Jones intentando meter una brizna de alma a sus personajes en los escasos minutos donde tienen oportunidad. Y también la escena que comparten Costner y Gadot donde, por la influencia de los pensamientos trasplantados a su personaje, Costner vuelve a interpretar durante unos segundos a ese hombre familiar, guapo y honesto con el que todos hemos disfrutado en muchos títulos de su filmografía.