Poco a poco llegan a las salas españolas películas que afrontan los hechos recientes en los países islámicos, las reivindicaciones democráticas que en Occidente conocimos como «primavera árabe». Y parece que lo hicieran en el mismo orden que éstas se produjeron. Primero conocimos la emotiva Hedi (Mohamed Ben Attia, 2016) que relataba la situación en Túnez; y ahora llega Clash, la cinta de Mohamed Diab que aborda lo sucedido en Egipto.
Egipto fue el país donde estos movimientos tuvieron una repercusión más trágica. Avivadas probablemente desde Estados Unidos, las revueltas egipcias dieron lugar al derrocamiento de Hosni Mubarak tras casi tres décadas en el poder. Las elecciones democráticas de 2011 llevaron al poder a los Hermanos Musulmanes que, durante su mandato de apenas dos años, no mostraron muchas señales de progreso y libertades. En 2013 un golpe de estado revertía la situación en la figura de Al-Sisi haciendo evidente la fractura social del país y dejando nuevamente a los más jóvenes sin una perspectiva clara de cambio.
Diab sitúa la acción de Clash justo en esos días de 2013 donde los partidarios de uno y otro movimiento se enfrentan en las calles. Diab se dio a conocer con su primera película El Cairo 678 donde ya afrontaba un tema candente en la sociedad egipcia, el machismo y acoso sexual, también presente en esta cinta. Implicado personalmente en los hechos, Diab ha realizado en Clash un inteligente retrato del momento que vive la sociedad de su país.
Crítica
Clash transcurre por completo dentro de un furgón policial. Esta a priori limitación narrativa se convierte bajo la dirección de Diab en un privilegiado punto de vista para el espectador, un espacio cerrado donde logra decantar la situación social del Egipto actual.
Encerrados en ése furgón varios detenidos en las manifestaciones pasan varias horas juntos. Una amalgama de individuos que componen un retrato social perfecto, como si se tratase de un corte geológico que deja ver las capas que forman un terreno. Diab aprovecha de manera magistral su ingeniosa puesta en escena para hacernos vivir la tensión, angustia, incomprensión, confrontación, esperanza y fraternidad que recorre durante esas horas de encierro a sus compatriotas, divergentes en sus puntos de vista pero unidos por su condición humana.
Diab lanza en Clash una extraordinaria mirada humanista hacia su país y sus compatriotas sin juzgarles
Diab lanza en Clash una extraordinaria mirada humanista hacia su país y sus compatriotas sin juzgarles. Los explica sin necesidad de justificarlos, logrando que ésa situación particular se convierta en una metáfora nacional. Y alcanza ese objetivo sin descuidar el factor de espectáculo y entretenimiento que debe tener toda obra cinematográfica, dando una lección de aprovechamiento de la producción con la puesta en escena.
La cámara nunca traspasa los barrotes del espacio donde transcurre la acción, pero el espectador siente todo lo que sucede en el exterior con nitidez. Lo que sucede en el país, como si ese furgón fuese una caja de resonancia social y política.
Clash es una brillante película con la rara virtud de mostrar en unos minutos el estado de una sociedad, sus diferentes ideas y la naturaleza de los seres humanos que la componen. Una voz y mirada privilegiadas que nos dejan cierto legado al ilustrar un momento histórico del Egipto reciente.