En la línea de lo que hemos señalado muchas veces en este blog, una nueva versión de un clásico llega a las pantallas evitando la exploración en el cine comercial de nuevas narrativas para continuar explotando minas ya rentables. La célebre novela de Lewis Wallace Ben-Hur, A Tale of the Christ ve así su enésima adaptación al cine. Aunque, para ser exactos, lo que se revisa en esta cinta del director ruso Timur Bekmambetov es el clásico que dirigió en 1959 William Wyler protagonizado por Charlton Heston.
Bekmambetov es un realizador de carrera singular que compagina su trabajo en el cine comercial norteamericano con su presencia en la industria rusa. Allí se dio a conocer con las películas Guardianes de la noche (2004) y Guardianes del día (2006) que le acreditaron como un perfecto conocedor del cine de acción y fantasía, consagrándolo a nivel internacional.
En Hollywood encontró un inesperado cómplice en Tim Burton, con el que comparte cierto gusto por la narrativa densa y la riqueza estética en los detalles, lo que les ha llevado a producir juntos títulos como Número 9 (Shane Acker, 2009) o Abraham Lincoln, cazador de vampiros (2012).
Este nuevo Ben-Hur es un proyecto pergeñado por el guionista Keith Clarke y su pareja la productora Sean Daniel que compró Metro Goldwyn Mayer en 2013. Responde a la estrategia de los grandes estudios por tener en sus catálogos un gran título épico sobre la Biblia, un segmento de mercado recurrente cada año en todos los países de raíces cristianas. En el último lustro hemos visto operaciones parecidas con Noé (Darren Aranofsky, 2014) para Paramount, Exodus: Dioses y reyes (Ridley Scott, 2014) para 20th Century Fox o Resucitado (Kevin Reynolds, 2015) para Columbia.
Parece que en la elección final de Bekmambetov como director pesó el buen resultado en taquilla de Wanted (2008) una producción de 50 millones de dólares que logró triplicar su presupuesto en taquilla y de la que ya se prepara secuela. En Hollywood rara vez se apuesta en falso, por eso es una industria, no un arte de lance, prueba y error.
Crítica
Aunque la publicidad de la película ha hecho hincapié en una mayor fidelidad a la novela para evitar comparaciones con el clásico de Wyler, no es del todo cierto. La novela es bastante más prolija que ambas películas y es un relato sobre la fe, sobre la transformación de una época a través de un personaje que viaja emocionalmente desde su condición privilegiada a una nueva consciencia. Un detalle que basta para desmontar esta presunta cercanía al libro de Wallace es el modo en que se produce el secuestro de la familia del protagonista. En la novela y en la película de Wyler se debe a un accidente al caer un trozo de tejado sobre el paso de los romanos frente a la casa Ben-Hur. Sin embargo, en esta nueva adaptación, es un zelote refugiado allí quién dispara una flecha sobre ellos.
En líneas generales, esa distancia con el original y la película de Wyler, es constante. El guión de Clarke se aleja cuanto puede del hecho religioso para convertir Ben-Hur en una historia de rivalidad y hermandad con dos notables escenas de acción. La famosa secuencia de la carrera de cuádrigas rodada por Wyler, una lección de cine que perdurará en el tiempo, fue desde el primer momento el desafío que todos los espectadores señalaron a la hora de conocer la revisión. Bekmambetov no sólo ha superado notablemente el reto de reproducir ese momento sin imitaciones ni exceso de efectos especiales sino que ha incorporado otro que incluso le supera. La secuencia de las galeras es una pieza de cine notable en la que el director se plantea un arriesgado pero acertado punto de vista que ayuda al espectador a vivir en primera persona el encierro del protagonista en la sentina de un barco. Unos notables minutos de cine en los que de nuevo hay una mezcla de imagen real y efectos especiales montados a un ritmo perfecto.
Ben-Hur no va decepcionar a los incondicionales de Heston ni a los nuevos espectadores que se enfrenten a este viaje iniciático y redentor de uno de los personajes de ficción más notables que ha dado la literatura. Tiene mucho menos peso emocional que el clásico de Wyler pero proporciona un entretenimiento digno y sin complicaciones filosóficas, acorde a los tiempos. Incluso por la presencia de Morgan Freeman.
Felipe
08/09/2016 at 15:46
Bodrio infumable.
Franny
19/09/2016 at 13:20
Este película tiene tres secuencias de una enorme fuerza, para mi gusto claro está: la carrera de cuadrigas más apegada a la realidad histórica de “todos contra todos” (en el film de Wyler las cuadrigas permanecían separadas para que la del protagonista las adelantase sin problemas); la secuencia de las galeras: oscuridad, mugre, claustrofobia, hedor (en la del 59, pulcra, ordenada, se veía todo a pesar del lugar donde se supone que transcurre la acción, y los remeros hacían una innecesaria exhibición de las distintos ritmos de palada mientras que en la de Bekmambetov todo está supeditado a la acción que se desarrolla); la entrada del prefecto en Jerusalén (esos opresivos cantos legionarios imponen más brutalidad que la hermosa marcha romana compuesta por Miklós Rozsa para la misma secuencia) y el posterior arresto de la familia Hur con todos aplastados contra el suelo tal y como, desgraciadamente, suele suceder en la realidad). De otra parte Jack Huston es un Judá Ben-Hur menos imponente que Charlton Heston ( mi primer gran amor cinematográfico) pero más vulnerable, más cercano, más digno de ternura (Heston era siempre “más grande que la vida”, se le admiraba desde fuera, pero una no se le podía acercar, por decirlo de algún modo). El final es más congruente con la opción ética que la película plantea, y de haberse tomado más tiempo en desarrollar todas las tramas (la que se refiere a la hermana y la madre de Judá, la de Dimás, la de Druso) este Ben-Hur hubiera sido grande. No lo es, pero tampoco ningún engendro.