La revisión del drama judío es una constante en el cine de los últimos 30 años. Ha llegado hasta tal punto la condena unánime del Holocausto que la figura del soldado nazi ya nos resulta un paradigma del mal, un arquetipo, que puede usarse incluso para la comedia o el cine de zombis.
Acercarse de un modo original a esta tragedia no es sencillo. Por eso resulta estimulante la adaptación que el director húngaro Ferenc Török ha realizado del relato homónimo de su compatriota Gábor T. Szántó que nos ubica en un pequeñísimo pueblo de Hungría en el año que menciona el título, con la II Guerra Mundial lanzando sus últimas bombas.
Cartel
Crítica
Con una sorprendente fotografía en un blanco y negro sin apenas contraste, lo que acentúa la presión moral sofocante del momento que retrata, Török recrea magistralmente una jornada de la recién inaugurada posguerra en la que dos judíos regresan al pequeño pueblo del que su familia fue expulsada.
La originalidad de 1945 radica en su capacidad para señalar la conciencia como baluarte de la dignidad humana. La mera presencia de esos judíos en el pueblo levanta una oleada de reproches, malestar y acciones entre sus habitantes que terminan revelando de un modo magistral el drama y la culpa por lo sucedido allí durante la guerra.
1945 habla de las consecuencias de nuestros actos, del sentido de culpa y de que la barbarie rara vez queda impune porque anida en nuestra conciencia. Y de que basta un pequeño detonante para hacerla patente y que reclame justicia más allá de los tribunales.